crisis
económica
El sistema capitalista se basa en un crecimiento infinito, que no contempla límites sociales ni planetarios. Mientras que pasada la Segunda Guerra Mundial, este sistema se nutrió de la abundancia y explotación de materias primas, procesos de industrialización vinculados a anticipos en una supuesta eficiencia y la creación de una sociedad del consumo exponencial, estas condiciones hoy en día ni se dan, ni son deseables.
Los recursos naturales son finitos, la eficiencia una falacia, y al capital le cuesta cada vez más encontrar nuevos mercados y crear nuevas necesidades. Lo que hoy en día conocemos como crisis económicas son sólo uno de los síntomas de la incapacidad del sistema capitalista de sostenerse, son el recordatorio cíclico de que no se puede crecer para siempre.
Y por cada crisis económica, sufrimos retrocesos multidimensionales. Pues en los momentos de «vacas magras» se crean contextos perfectos para privatizar servicios públicos y bienes comunes, para vulnerar y aminorar derechos humanos, extrayendo y consumiendo más recursos y consolidando dinámicas patriarcales y de dependencia Norte-Sur. Las crisis no son hechos aislados, sino que son recurrentes, forman parte de la lógica capitalista y sirven para consolidar el sistema. Es, por tanto, vital que no hablemos sólo de crisis económicas, sino que entendamos que son muchas y que tienen su origen en el sistema capitalista, patriarcal, colonial y racista.
